Durante los dos primeros semestres de su carrera, Kevin sentía terror de hablar ante el resto de sus compañeros de clase.
Cuando debía presentar exposiciones grupales, le proponía a su grupo que le dejaran pagar por los materiales de las carteleras o preparar las diapositivas y controlarlas desde su computadora, pero que le permitieran permanecer en silencio.
Cuando un profesor planteó exposiciones individuales, fingió estar afónico. Asistió a esa clase con medio rostro escondido tras una bufanda, aunque ese día hacía un calor terrible, y se limitó a mostrar una presentación en Power Point.
Hoy en día, Kevin es la mano derecha de su jefe cuando se trata de dictar seminarios de actualización profesional o dirigir grandes juntas de la empresa. Próximamente trabajará como profesor en una universidad y tendrá a su cargo un salón de 40 estudiantes.
Pero… ¿¡Cómo lo hizo!?
Un día le pregunté cómo había logrado vencer su temor a hablar en público.
Me contó que en una clase de tercer semestre se vio totalmente perdido. No entendía nada de lo que el profesor estaba explicando. En voz muy baja, le pidió explicación a uno de sus compañeros. “Yo tampoco entiendo”, le respondió susurrando.
Kevin contó hasta diez, levantó la mano y le comentó una de sus tantas dudas al profesor, que encantado poder interactuar al fin con un grupo tan callado, trató de ser muy claro y amplio para resolver su inquietud.
De repente, otros compañeros se animaron a levantar la mano y hacer preguntas.
“Comprendí que estaba muy equivocado —me dijo Kevin hace algunos años—. Pensaba que yo era el único con temor de hablar en público, de parecer tonto a los demás. En esa clase descubrí que todos tenemos ese miedo”.
Todos tenemos miedos
“Cuando te das cuenta de que las otras personas son seres humanos que están luchando con temores parecidos a los tuyos, que tú no eres el único con miedo a la opinión ajena, dejas de creerte tan frágil y te vuelves más considerado con los demás. Intentas que comprendan bien tus palabras, que no les dé miedo hablarte, que se sientan tranquilos en tu presencia”.
Eso me lo dijo Kevin. Y estoy totalmente de acuerdo.
De hecho, es una historia que comparto con quienes buscan mi asesoría como coach personalizado para convertirse en mejores oradores o para vencer el “pánico escénico” que los abruma cuando deben hablar a más de diez personas.
Vivimos convencidos de que hay algo que no funciona o que funciona muy mal en nosotros mismos. Que tememos exageradamente al futuro o a la gente desconocida, y que los otros están mucho más tranquilos que nosotros.
No es cierto. Cuando consideramos que las otras personas también están librando una batalla interior, que no se sienten del todo bien consigo mismas, a pesar de que aparenten todo lo contrario, nuestras relaciones interpersonales y nuestra manera de desenvolvernos en público nos garantizarán logros importantes en la vida personal y profesional.
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